lunes, 9 de mayo de 2011

Brindo por la mujer, pero por una.

Pues sí, mañana es Día de las Madres. No voy a decir nada que seguramente escucharán o leerán por todas partes, cosas como: "se les debería celebrar todos los días" y bla bla bla, pero sí les diré que no hay ser más significativo en nuestra existencia como lo es nuestra progenitora, tanto si lo vemos desde el punto de vista "sentimental" como si lo vemos desde el biológico.

En Año Nuevo, mi padre y mis tíos casi siempre declaman un poema, "El Brindis del Bohemio" de Guillermo Aguirre y Fierro, que desde mi infancia ha sido uno de mis favoritos. Pero como ocurre con algunos libros, con las pinturas y, por supuesto, con los poemas, uno tiene una interpretación a cierta edad y esta cambia conforme nos hacemos viejos y la Vida va sembrando sabiduría en nuestro espíritu. Pues bien, yo de pequeño escuchaba el Brindis, pero ahora entiendo muchas cosas más de él.

Bastante apropiado se me hace para esta fecha compartirles un fragmento (que es prácticamente la mitad) de tan hermoso poema. Que sea un feliz día para todas las madres.


Sólo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro,
de noble corazón y gran cabeza;
aquel que sin ambages declaraba
que sólo ambicionaba
robarle inspiración a la tristeza.

Por todos lados estrechado, alzó la copa
frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento
los inundó en la luz de una mirada,
sacudió su melena alborotada
y dijo así, con inspirado acento:

-Brindo por la mujer, mas no por esa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!
No por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos;
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseñó de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos
uno por uno, el corazón entero.

¡Por mi madre! Bohemios, por la anciana,
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía;
y lloró de alegría
sintiendo mi cabeza en su corpiño.

Por esa brindo yo, dejad que llore,
que en lágrimas desflore,
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi madre bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella...

El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.

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