viernes, 31 de agosto de 2012

Ruidos

Soñar tan fácilmente con un momento eterno
con una vida llena del viento
que a veces nos lleva hasta el precipicio
hasta la orilla donde vemos tan cerca la desgracia
pero que nos agita el alma
como no pudieron antes las olas
de las aguas de los mares
por los que flotamos
tanto tiempo a la deriva.

No cuesta nada pensar en una vida
en la que no se termine
ese primer segundo
en el que sentíamos
que habíamos estado atrapados
en el infinito vacío
que precedió a las palabras.

Pero al final todo son desvaríos
soñar despierto con los ruidos
que llegaron a romper todo
lo que el silencio había creado
y en lo que siempre se había creído.

sábado, 11 de agosto de 2012

Gruñidos

Lluvia en el momento menos indicado y sol cuando todo ya parece imposible de ser rescatado de las suaves manos de la desgracia. Silencios que dicen todo lo que los pensamientos gritan como dementes. Te susurra al oído mi yo más vulnerable y débil cada una de las palabras que llueven sobre mi. Nadie ve que las flores no quieren vivir más y que me romperé como una frágil figura de cristal en un temblor cuando llegue de nuevo el momento de exhalar y de que al abrirse los ojos el cielo esté de espaldas, arrinconado, encogido y sollozando. Todo se empapa cuando brotan lágrimas del fondo del abismo en el que hundo mi pensamiento. En ellas no se puede hallar nada más que el reflejo del verdadero rostro del dolor.

Entonces todo se reduce a una nimiedad. Hay cosas que es mejor dejar de intentar comprender. La voz es apenas un ruido que no dice nada y es hora de regresar a los rincones del vacío.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Soñar el tiempo


Pasaban personas como si el tiempo se les escapara, o como si fuese  a él a quien el tiempo ya se le terminaba. Las intentaba distinguir, pero todo lo inundaba la confusión y la sensación de que él también necesitaba moverse, dirigirse a alguna parte, quizás encontrar algo. ¿Pero qué? Sus pasos eran como saltos entre paisajes, entre fotografías, que le transmitían con mayor intensidad la certeza de que se había perdido. Se preguntaba entonces si el andar en aquel mundo iba a tener que ser así, intentando encaminarse a algún sitio al que vagamente creía tener la necesidad de acudir, perdiéndose más y más con cada segundo que pasaba. Así era. Ahí todo era tiempo, y nada era nada más.

En sus pensamientos buscó el sentido de aquello, y en su búsqueda percibió un muy leve sonido que le recordó a las olas en la playa. No estaba cerca el mar, no, ese sonido no eran las olas, pero tenían notas semejantes. Logró, entonces, después de concentrarse en el sonido que hacían los misterios de aquel lugar, hallar un camino que podría seguir entre tantas sombras de tiempo que se diluía. Eran imágenes de vidas suyas que terminaban en cada instante, que en realidad no vivió y quizás jamás viviría, pero que eran su única opción para llegar a alguna parte. Cada segundo, el extraño sonido iba invadiendo más su mente, o lo que en ese lugar tenía por mente. Al avanzar por esa senda de olvidos no tenía la menor idea de a dónde podría llegar, pero sólo imaginar quedarse quieto, contemplando las sombras, lo llenaba de terror.

No sentía que en realidad fuese a llegar a algún sitio, no parecían terminar de surgir incertidumbres en su cabeza. Todo aquel mundo era eso, incertidumbres. Y al pensar esto, el ruido y el ritmo con el que sonaba le parecieron insoportables, al punto de que intentó gritar, pero no lograba escuchar si de su boca salía algún sonido. Hubo una especie de temblor, las imágenes por las que anduvo se rompieron, y lo próximo que vio fue sólo negrura, en la que después pudo distinguir el techo de su habitación, todo esto mientras se hacía todavía más insoportable el ruido que lo atormentaba.

Sabía ahora que estaba acostado en su cama, no lograba mover una sola parte de su cuerpo. Le parecía ver fantasmas. Estaba aterrado por lo que sus ojos percibían y por lo que escuchaba, ese extraño sonido que no dejaba de repetirse y que no parecía que fuese a terminar de llenar su mente con su cruel presencia. Pasó una de aquellas vidas que nunca tuvo frente a sus ojos, de aquellas que terminaron hechas trizas en el mundo que hace quién sabe cuánto tiempo abandonó. La vivió completa en esos segundos, tras los cuales volvía a estar inmóvil en su cama. No sabía si eso que sentía era la muerte.

Todo era de nuevo el mismo ruido y la oscuridad en su habitación. La desesperanza era absoluta, y con ella había una especie de ira creciente que se negaba a aceptar aquello que lo estaba invadiendo. Esa ira pareció hacer una chispa y de esta nació un fuego que en su interior despertó todas las fuerzas de su cuerpo.

No supo si gritó, si aún se convulsionaba o qué sucedió exactamente al despertar. Se sintió distinto, como si fuese un mundo nuevo este en el que había despertado. Ya no había fantasmas en las paredes, ya no había sino calma, quizás podría volver a dormir pero ahora en paz; ya no estaba aquel ruido que le rompía el alma al sonar, pero en cambio, se escuchaba suavemente y con inocencia el ruido de las manecillas de su reloj, que estaba a centímetros de su cara sobre la mesita de noche.