viernes, 17 de febrero de 2012

Callar

Podría hacer que esto dure todo el día, semanas, meses, lo que sea, lo que sea que pueda durar mi vida. El vacío lo podemos llenar con nuestro silencio, que tanto dice, que tantas cosas que no existen en el mundo de las palabras crean los minutos. Así, en silencio. Qué tanto me dirán tus ojos que me parecen tan lejanos, que parecen inexistentes en las madrugadas cuando no me encuentro ni a mí mismo, tan lejos que deambulo y no alcanzó a llegar a ninguna parte hasta que me alcanza el amanecer. Hagamos del silencio una eternidad entonces, pues es el camino por el que puedo ver que no hay nada qué temer al final, una forma menos cruel de aceptar la fatalidad. Pero que no sea mi silencio una plegaria, un grito sin respuesta, pues si no está el eco de mis secretos entre nuestras dos almas, se pierde en el infinito toda la lluvia y toda la noche y todas las luces que en las calles son las que me abandonan y yo también abandono con cada paso hacia la nada, mi único hogar durante las horas de insomnio.

Entonces, hallemos en la invisibilidad todos los colores, en las horas de vigilia nocturna todos los sueños, y en el silencio, que es la tinta con la que escribimos, todas las palabras y los sueños que duermen entre abismos, entre muros que murmuran.