Junta las manos, ponlas entre las mías y escúchame, oh amor mío.
Quiero, hablando con una voz suave y arrulladora, como la de un confesor que aconseja, decirte cuán acá de lo que conseguimos queda el ansia de conseguir.
Quiero rezar contigo, mi voz con tu atención, la letanía de la desesperanza.
No hay obra de artista que no pudiese haber sido más perfecta. Leído verso por verso, el mayor de los poemas tendría pocos versos que no pudiesen ser mejores, pocos episodios que no pudiesen ser más intensos, y nunca en su conjunto tan perfecto que no pudiese serlo muchísimo más.
¡Ay del artista que se da cuenta de esto, que un día piensa en esto! Nunca más su trabajo es alegría, ni su sueño sosiego. Es un joven sin juventud y envejece descontento.
¿Y para qué expresarse? Lo poco que se dice mejor sería que se quedase por decir.
¡Si yo pudiese compenetrarme realmente de cuán bella es la renuncia, qué dolorosamente feliz sería para siempre!
Porque tú no amas lo que digo con los oídos con que yo me oigo decirlo. Yo mismo, si me oigo hablar alto, los oídos con que me oigo hablar alto no me escuchan del mismo modo que el oído íntimo con que me oigo pensar palabras. Si me equivoco, oyéndome, y tengo que preguntarme tantas veces a mí mismo lo que he querido decir, ¡cuánto no me entenderán los demás!
De qué complejas ininteligencias no está hecha la comprensión que los demás tienen de nosotros.
La delicia de verse comprendido no puede tenerla quien se quiere no comprendido, porque sólo a los complejos e incomprendidos les sucede esto; y los otros, los sencillos, aquellos a quienes los demás pueden comprender, ésos nunca sienten el deseo de ser comprendidos.
1 comentario:
quisiera saber cual es el tema de este poema y un comentario
Publicar un comentario