Dar el adiós a tiempo
a los recuerdos
de carne y hueso,
de versos y licor,
a los besos invaluables,
a cada uno de los minutos
inolvidables
construidos con dolor.
Se vuelve incierta
la hora del ocaso,
cuando clamo por paz,
por cordura, por ninguna,
siendo la noche impía
una larga súplica
que no es mía
a la sorda Luna.
¿Cómo deshacerse de la idea
de eternidad?
¿Cómo ignorar los arcanos
dictados por la mente?
Es imposible huir.
Andar por laberintos
y en ellos morir,
naciendo eternamente.