Te veo casi siempre
en lo alto del cielo nocturno.
Y estás ahí, con tu silencio,
con el lamento que calla
pero que no para
de venir a mí en sueños.
No fue necesario
que emitieras sonido alguno.
Lo decían tus pasos,
tus orejas,
y yo sabía qué significaba
cada color en ti.
Y sabías algo
que aún ahora
no puedo decir con certeza.
Lo sabías,
yo sé qué sabías,
y que lo dijiste a tu manera.
Pero nunca he podido
comprender todo lo que dices
o saber si sabes
que me hablan tus ojos,
tus ojos que dicen
que me comprendes.
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