He expresado en múltiples ocasiones mi admiración por Juan Rulfo y su obra. Podría decir que fue por él que me interesó de forma más intensa la literatura mexicana y que, con el pasar de los años, se convirtió en mi escritor mexicano predilecto. Pedro Páramo es de los libros que leo al menos una vez al año desde hace un buen tiempo, y nunca deja de sorprenderme esa forma de utilizar el lenguaje para narrar a la vez que se evocan imágenes bellas y desoladoras, con palabras precisas.
“El poema es el único supuesto de que yo existo, la única garantía de mi ser: el único rezo por que el no ser no sea como el ser.” L.M.P.
martes, 1 de diciembre de 2020
Recomendación: Cien Años con Juan Rulfo
Fue en el 2017 que por pura casualidad me enteré de la existencia de "Cien Años con Juan Rulfo", serie documental dirigida por Juan Carlos Rulfo, que se transmitiría en el Canal 22. Como su título lo indica, se realiza a propósito de los 100 años del natalicio del escritor jalisciense. No me perdí uno solo de los episodios del documental, y quedé fascinado desde el primero. Hay en ellos material muy interesante, y quizás previamente conocido, de ocasiones en que televisoras españolas entrevistaron a Juan Rulfo, donde además de explorar su historia como escritor, se habla también de la peculiar vida que tuvo y su faceta como fotógrafo. También hay en los distintos episodios otras voces que cuentan su relación con Rulfo o con su obra, como Juan Villoro, Eduardo Galeano, Juan José Arreola o la propia familia del escritor. Destaca también la música de Gerardo Tamez, que junto a las palabras de Rulfo otorgan una experiencia hermosa.
Pasaron los años, y no volví a ver de nuevo el documental. Recuerdo que durante un tiempo muy limitado estuvo disponible en cierta plataforma de video on demand, pero además de eso creo que no hubo por un periodo considerable forma de verlo (si acaso en repeticiones en el Canal 22, aunque intencionalmente lo buscaba sin éxito).
Por fortuna, hace unos días veo la noticia de que "Cien Años con Juan Rulfo" está ahora disponible en Prime Video. Desde entonces, inicié mi binge-watch de este gran documental, que seguro gustará a quien disfrute de los libros de Rulfo y a quien quiera conocer más sobre todo lo que los rodea. Esperemos que no sea breve el tiempo que podamos tenerlo al alcance.
martes, 27 de octubre de 2020
Percepción
Hoy intento descifrar
las emociones que emana una realidad distinta,
extraña, inesperada.
Soy otro observador
que siente cómo se forma
lentamente la confusión estructurada.
La percepción de un mundo
que no pareciera haber existido antes,
pero ahora es innegable.
Pues es extraño este día,
esta sensación de vivir,
es incomprensible cómo hoy han continuado
existiendo las cosas,
cómo ha continuado
caminando el tiempo.
viernes, 25 de septiembre de 2020
Golondrinas
Puntuales las golondrinas
al llegar el otoño
dejaron de aparecer
sobre mi puerta, cada noche.
Se fueron los días de sol, nubes,
lluvia, asfixiante verano.
Emigran, vuelan
las noches del año.
Los dorados días de otoño,
abren sus alas.
Ya no duermen las golondrinas
sobre mi puerta.
lunes, 13 de julio de 2020
Los sueños que no me dejaban dormir
Hablo nuevamente sobre los sueños que no me dejaban dormir. Sobre el recuerdo de esos sueños (esas noches), más específicamente. Porque ahora hay una especie de tranquilidad dolorosa, una paz inquietante, que, creo, vale la pena preservar.
En esos recuerdos hay algo que prevalece: la incapacidad de transmitir un mensaje. Siendo por no poder encontrar las palabras que expresaran exactamente lo que quería decir, o por ser demasiado subliminal. Una intención no dice tanto. Para algunos la música no significa mucho.
Qué decir, entonces, de lo que buscaba sentir y hacer sentir. Eran esos sueños un extravío de lo tangible, de lo cotidiano. No buscaba nada que estuviera en este mundo. Como si algún sentimiento lo estuviera...
Y, oh, a mis palabras solo las encontraba el silencio.
Es inquietud. Dolor. Debo aceptar que nunca lo perderé. Que quizás nunca otra vez los sueños me alejen de esta paz. Y así deba ser.
viernes, 8 de mayo de 2020
Cierta canción
Cierta canción... como una profecía.
Con el viento de un año nuevo
tras dejar atrás tormentas
pero no las heridas
ahora sostenía en mis manos
el futuro
frágil como pétalos de cristal.
Preguntas, un largo camino, viento.
Día 1. El pesar en cada nota,
en las palabras
lentas, amargas, dolorosas.
Ahí estaban, rodeándolo todo,
invadiendo el interior,
redescubriendo la desolación,
sin importar el lugar, el tiempo,
o que estábamos ahí.
El tiempo, fútil, ahora mudo,
desecho entre la voz y la música
que llegaron como una revelación,
arrastrando, destruyendo,
definiendo nuevos sufrimientos
en un tortuoso camino,
en el viento.
Con el viento de un año nuevo
tras dejar atrás tormentas
pero no las heridas
ahora sostenía en mis manos
el futuro
frágil como pétalos de cristal.
Preguntas, un largo camino, viento.
Día 1. El pesar en cada nota,
en las palabras
lentas, amargas, dolorosas.
Ahí estaban, rodeándolo todo,
invadiendo el interior,
redescubriendo la desolación,
sin importar el lugar, el tiempo,
o que estábamos ahí.
El tiempo, fútil, ahora mudo,
desecho entre la voz y la música
que llegaron como una revelación,
arrastrando, destruyendo,
definiendo nuevos sufrimientos
en un tortuoso camino,
en el viento.
domingo, 5 de abril de 2020
Only darkness everyday
Eran tiempos de extraña calma, tanta que en el alma algo ocurría. El sueño decidió irse. Se llenaron de horas vacías los días. Pero no la noche. Era durante las horas de luz en que no parecía haber nada que me interesará. Ahora que observo en retrospectiva, no sé cómo logré sobrellevar los estudios y demás vicisitudes de la vida en esa época, dado que todo ocurría de forma mecánica al pasar el tiempo; las cosas solo pasaban.
Estaba iniciando mi carrera universitaria, así que tenía varios motivos por los cuales la ansiedad estaría bien justificada. Estos sentimientos no siempre son explícitos. Si me lo hubiesen preguntado entonces, yo seguramente no hubiera dicho que sentía ansiedad o algo similar a la depresión. Estaba descubriendo una nueva vida, y algo que caracterizaba esa nueva etapa era el cambio de escenario: había dejado mi pueblo natal y ahora vivía en San Luis Potosí (ciudad nada desconocida para mí).
Fue entonces en algún punto de ese primer año de mi carrera que dejé de poder dormir. Pasaba horas intentándolo, mirando el techo o las sombras que se proyectaban por mi ventana, preocupándome por desaprovechar esas pocas horas preciosas con las que contaba para descansar. Me daba por vencido muchas veces y mejor leía. Fue quizás la época de mi vida en que más libros leí y en la que conocí a varios escritores que hoy figuran entre mis ídolos. Escribía también, sobre todo poesía (como siempre ha sido), con una facilidad que ahora extraño. Así fui llenando las noches, leyendo, escribiendo, escuchando música. La música siempre ha estado ahí, en los momentos importantes, dolorosos, felices, complementando la historia o dictándola. Me había aproximado, por enseñanzas de mi abuelo materno, al jazz y a los tangos. Miles Davis, Thelonious Monk y Charlie Parker se convirtieron en mis guías a través de muchas noches, así como Carlos Gardel y Julio Sosa. Así, fue que buscaba los medios por los cuales pudiera escuchar y descubrir más jazz, encontrando en internet diversas estaciones de radio muy interesantes. (Cabe mencionar, que siempre me ha gustado escuchar la radio, aún hasta la actualidad).
Sin embargo, a veces el insomnio era realmente cruel, llevándome a tal desesperación que salía a caminar sin rumbo. La calle Amado Nervo (nunca he creído que haya sido una coincidencia) me dirigía finalmente hasta el centro de la ciudad, donde vagaba esperando el cansancio o la luz del amanecer. Justamente esto de ver cómo llegaba la mañana mientras me encontraba aún perdido en pensamientos, era particularmente desolador.
En una de estas ocasiones, al luchar como se había vuelto normal contra mi propia mente hasta la madrugada, decidí salir, persiguiendo sombras y mi propia confusión. Me inundaban ideas y sentimientos sembrados ya desde tiempo atrás, que ya habían crecido y eran imposibles de ignorar. Palabras dispersas: soledad, propósito, existencia, vacío. Días y días sin poder ir más allá de la vigilia. La noche. Silencio. Fue que llegue a la Plaza del Carmen y me detuve un momento, volteando hacia el cielo y encontrando el amanecer. Permanecí inmóvil un tiempo, más era imposible saber cuánto con certeza (¿existía?). Sabía que no podía continuar así, tenía que hacer algo. Era ya abrumador imaginar más noches así. Me dirigí de vuelta hacia mi departamento, esperando poder encontrar algo de paz. Iba escuchando jazz en una estación de radio por internet, KMHD. De pronto, comienzo a escuchar una voz. Me dice: “Ain’t no sunshine when she’s gone, it’s not warm when she’s away…” Era Bill Withers. Una canción que me atrapó al instante, ahí, en medio de la avenida Venustiano Carranza, al amanecer.
Fue una especie de revelación. No había una transpolación literal de lo que decía la canción a ese momento de mi vida, sin embargo, pasé los días siguientes escuchando una y otra vez esas palabras, que si bien no decían lo que sentía, sí reflejaban desolación y dolor de una manera que, quizás, necesitaba para encontrar en ellas el camino de mi redención.
domingo, 23 de febrero de 2020
El olvido
No quedan en la memoria de nadie
trazos de una verdad
solo bocas que siempre están
hablando del ruido, del silencio, de la voz,
rostros que siempre se muestran
ojos ciegos que permanecen abiertos.
Se lee de tiempos lejanos,
futuros inexistentes, de la página vacía,
se intenta comprender lo ínfimo,
el sufrimiento, la cicatriz,
pero solo hay exterior, y no alma,
para escuchar las plegarias.
Se pierden entonces
todas las palabras, disueltas en rostros,
que enmudecen y olvidan,
que intentaron alguna vez existir
en este abismo donde nadie escucha
y vuelven a ser dolor...
trazos de una verdad
solo bocas que siempre están
hablando del ruido, del silencio, de la voz,
rostros que siempre se muestran
ojos ciegos que permanecen abiertos.
Se lee de tiempos lejanos,
futuros inexistentes, de la página vacía,
se intenta comprender lo ínfimo,
el sufrimiento, la cicatriz,
pero solo hay exterior, y no alma,
para escuchar las plegarias.
Se pierden entonces
todas las palabras, disueltas en rostros,
que enmudecen y olvidan,
que intentaron alguna vez existir
en este abismo donde nadie escucha
y vuelven a ser dolor...
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