Sigo siendo una cascada de sentimientos, que caen, que se rompen como cristal. Se caen, se quiebran y me lastiman, me cortan la piel. Hago con mi sangre la figura de una bailarina, la figura de un corazón, la luna y el sol. Mis heridas sanan lentamente, pero ahora veo que sanan. Creía que sangraría por siempre. Creía que nunca cesaría el dolor. Ahora veo que las cosas cambian. Cambian los motivos por los que se sufre, por los que se sonríe, por los que el alma escribe. Se hacen añicos las verdades absolutas, las promesas se olvidan, las creencias se transforman y la mayoría de las ilusiones se olvidan. Algunas no. Algunas cosas permanecen, como cicatrices, como páginas del pasado que al leerlas reviven hasta la música que moldeaba cada momento. Se llena el pensamiento de preguntas que no tienen respuesta, y después de un tiempo, de mucho tiempo y pensar, de pensar y aceptar las pérdidas, estas preguntas dejan de importar. No habrá respuesta. Pero el ruido de las interrogantes se va lentamente y se transforman en otras melodías, en otras que suenan a alivio, a consuelo, a un poco de tranquilidad después del tormento. Ser otro, ser un nuevo yo, alcanzar ese estado de comprensión de la situación, del origen de ciertos pensamientos. No es fácil el camino hacia la paz mental. No es un camino corto. No es un fin. Porque uno cree que llega, que está ahí y que no habrá más que hacer, que algo pasará y que no habrá más esfuerzos que hacer. Pero uno se miente a sí mismo. Se miente con promesas como las que llevaron a esta situación. Como las que llevaron a detestar el silencio y a ensombrecer la soledad. Uno elige si continuar el ciclo de decepciones. Uno elige el dolor o la nada. A veces la nada es un final, pero a ese se llega solo una vez, y si no es realmente el final uno se dará cuenta. La nada puede ser también el principio. Puede que sea el inicio de un aprendizaje inimaginable. Puede ser aceptar los errores, aceptar las imperfecciones. Uno debe entregarse a esa nada y dejar que fluyan todas las confusiones de la vida para que armen algún sentido, o ninguno. El sinsentido es también una forma de creer en el orden.
Y no es que sea la paz mental algo realmente alcanzable. Pero queda creer en que se está mejor, saber que uno debe volver a aprender lo que es el amor, la paz. Reordenar el interior para crear una nueva forma de entender al mundo. Solo eso queda. Paciencia y fe.
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