A veces perder es la constante.
El fracaso, la eterna opacidad
Del horizonte.
Una certeza de cuando en cuando
Sería benéfica.
Pero de nada sirve únicamente
La voluntad
Cuando en cada segundo la vida
Traiciona al segundo anterior.
Y nada puede predecirse.
Un día la flor siempre luce bella,
Y al otro ya está marchita.
Hojas y fuego
Son mi respiración.
La elevación a otros planos
Mi inspiración.
Y al espirar busco expulsar
El humo
De aquello que hace ascuas
Al fondo de mi alma.
Y la verdad nunca se sabrá.
Siempre estará oculta
En callejones, noches,
Bajo la loza del duelo,
De un pesar insuperable.
Es imposible saber la verdad,
Predecir cada movimiento
De las olas del mar,
Dejar de fracasar.
Mejor entregar el alma al fuego
E inspirar el espíritu de la
Rebeldía,
Los demonios del pasado,
Ignorar el inevitable destino,
A las parcas,
Y concentrarse en cada matiz
De los versos,
Del humo,
De las notas de arce,
De cardamomo,
Albahaca, azahar, cuero.
Mejor ponerse el disfraz de persona,
De quien no se hace
Las preguntas incontestables,
Y solo deja que fluya
Sin tener certeza alguna
El movimiento
De las estrellas.