No hay desgracia,
no esta vez.
No hay impenetrable
cristal de tragedia.
¿Qué hay ahora
en mi piel,
en mi aliento,
que me tortura?
Es conocido dolor,
estrella observada
siempre en mi cielo,
mi firmamento nocturno.
Y se va, con las estaciones,
con las lunas, la pena.
Se queda en mí, lo que creo,
lo que entiendo del amor.