Esta noche, la luna sueña con más pereza;
y al igual que una mujer hermosa, tumbada en cojines,
con mano distraída y ligera acaricia
el dibujo de sus senos, antes de quedarse dormida,
y desfalleciente, en el lomo satinado de aludes suaves,
a éxtasis prolongados y lánguidos se entrega,
y sus miradas pasea por las visiones blancas
que ascienden en el azul como floraciones.
A veces, en medio de su languidez ociosa,
deja en este mundo caer una lágrima furtiva,
y un piadoso poeta, enemigo de dormir,
en el hueco de su mano acoge esa pálida lágrima,
es como un fragmento de ópalo con relfejos irisados,
y en su corazón la guarda, lejos de los ávidos ojos del sol.
(Las Flores del Mal, Charles Baudelaire, traducción de Jacinto Luis Guereña)
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