Perfecto es el odio, no la vida.
Panero lo dijo, con voz triunfante
al pelícano y al elefante
y al hombre de mirada perdida.
Eco del lamento del rey suicida
que va lejos con paso vacilante
trae el verso en voz desafiante
del viento atroz que nunca olvida.
El cigarrillo yace consumido
en el ocaso, último momento
del ser, del emperador derruido.
Último poema, verso perfecto,
el vestigio de haber existido,
el último aliento de un muerto.
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