Ando por calles desoladasde sinrazón y silencio
no hay comprensión aunque se busque
con ahínco obsesivono se encuentra sustancia
en quienes andan por estas calles.
Me busco y es difícil que me vean
agradezco la invisibilidad de callar
del observar sin necesidad de expresarme
hablan las personas y las cosas que observo
pero ellas no saben nada de mí.
La enfermedad y la muerte siempre ahí
en lo que dicen, en lo que desean,
en sus vidas siempre presentes
pues en cada ser humano las encuentran
sin importar qué tan grave o qué tan próxima
la enfermedad y la muerte siempre están.
La identidad se adquiere como una patología
y ese mal se vuelve la identidad
no es nadie quien no padece
no hay un punto identificable en el tiempo
si no murió nadie.
En los años posteriores el diagnóstico
o la defunción son un nacimiento
de un ser o de una era.
Morir es entonces una función importante
para los que siguen viviendo.
El tiempo se vuelve otro, se siente distinto
si se le busca, pues muchos viven ajenos a él,
a pesar de que está en todo
y nada puede haber sin su influencia.
Enfermar es entonces importante
para el que enferma.
Nunca la vida está tan presente en uno
así como la conciencia de ser
nunca uno necesita tanto de un nombre
para ese mal que es el haber nacido.
Porque aún en el silencio absoluto y en la soledad
transcurren inevitables las cosas
y nos seguimos preguntando quiénes somos.