Me rodea una realidad
que apenas puedo reconocer.
Hablo y solo me responde el silencio.
Mis ojos no encuentran nada
de lo que mi alma busca.
Espero sin saber qué vendrá,
o si algo alguna vez llegará
a poner fin a esta espera.
Espero sin saber cuánto
tendrá que ser que mi espíritu
tenga que esperar.
No solo me aplasta el tiempo,
sino también la incertidumbre
de no saber qué esperar,
por qué esperar,
si valdrá para algo esperar.
¿Alguien me esperará?
¿Será por mí mismo que espero
o es que eso se me exige,
es que ese corazón lejano
me espera en la distancia?
Pero no sé si pueda seguir así,
esperando sin saber qué esperar,
observando pasar la eternidad
en cada hora de esta vida
atado por la desesperación.
Quizás llegue un punto
en que deje de esperar
sin darme cuenta, sin saberlo,
en que el tiempo pase y no me percate,
en que la vida avance
y ya no pese cada instante,
en que mi alma descanse
al olvidar que espera.
Tal vez llegue en algún momento
una respuesta a la plegaria
que es esta espera.
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