Releyendo el poema
una y otra vez, aquel
que provoca el sentimiento
preciso
que ahora mi alma clama,
aquel que ahora
la desborda,
me encuentro siempre
al final
con la desolación,
con el reflejo siempre
en mis ojos
de una oscuridad que oculta
la senda que antes era tan clara.
Releo el poema,
y dice cosas que son ciertas,
cosas que no quisiera que lo fueran.
Sus versos salen de la página,
se clavan en mí y el dolor es real.
Y duelen las cosas que son,
y las que no son y no serán.
El dolor es ya lo único verdadero.
Llegan de vuelta, siempre,
a la memoria y a los ojos,
los versos del poema
que una y otra vez
releo.